Los seres humanos somos seres sociales, nos relacionamos siempre con otros, y hemos evolucionado para sacarle provecho a estas relaciones. Las distintas formas de comunicación humana nos han ayudado a protegernos de potenciales peligros y a acercarnos a distintas fuentes de recursos, sin necesariamente pasar por un proceso de aprendizaje directo. Este proceso de aprendizaje verbal permite que podamos transmitir y heredar reglas que especifiquen situaciones, acciones y sus posibles consecuencias.
“Vas al frio, llévate un sweater” es un ejemplo de ello. En el momento en que sintamos frio, no necesitaremos improvisar un abrigo pues ya hemos recibido un mensaje que nos permite afrontar dicha situación. Sin embargo, esto trae un problema consigo. Hay el riesgo de que muchas de estas reglas se sigan manteniendo, no sólo porque el abrigo pudo protegerte del frio, sino porque cumplirla trajo consigo la aprobación de esa otra persona.
Piensa en un comportamiento que en tu cultura o en tu familia sea denominado o evaluado como del género opuesto ¿Qué pasaría se realizas ese comportamiento? La respuesta dependerá del entorno donde vengas. En algunos casos no habrá problema, en otros casos habrá rechazos o señalamientos.
Estas formas de aprender, que lucen normales, son una de múltiples fuentes de problemas psicológicos, en tanto a que las personas pueden estar inmersas en situaciones que les resultan desagradables y, aun así, mantenerse allí por la aprobación de sus otros significativos. En este sentido, la cultura y las tradiciones posiblemente pueden engendrar o acentuar problemas particulares, al punto en que pueden hacer invisible el cómo nos sentimos con lo que nos rodea, quedando vulnerables, sometidos y expuestos a mayores montos de sufrimiento.
(Nota: Entrada resubida y publicada por primera vez en la cuenta de instagram el 14 de mayo del 2019).

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