El concepto de salud mental, incluyendo la física, ha tenido múltiples formas de ser entendido. Inicialmente se podía comprender en términos de ausencia de enfermedad, no obstante, se ha cuestionado esto introduciendo la noción de que la salud implica funcionar de manera óptima, por lo que “no estar enfermo” no significa estar saludable.
Esto se ha intentado extrapolar a la subjetividad humana y, estos mismos problemas para entender lo que es “saludable” empezaron a ocurrir en el ámbito psicológico. Así, podemos conseguir respuestas construidas en nuestra relación con el mundo social, con nuestra experiencia en familia, con personas de nuestra edad, género, raza, cultura, entre otros.
Considerando esto, además, han surgido diversas posturas que han establecido, cada una, una forma particular de conceptualizar la salud mental. Una visión de salud mental más conocida es la de la normalidad saludable. Para este modelo, si la salud fuese un automóvil, las experiencias psicológicas (pensamientos, sentimientos, sensaciones) angustiantes serían piezas del mismo que se encuentran “defectuosas”. Es decir, considera a las experiencias psicológicas angustiantes como síntomas y, si estas se agrupan conformando un conjunto de síntomas, sumado a un detrimento en la capacidad de respuesta de las personas ante sus ambientes, significa que hay presencia de alguna anormalidad o algún tipo de enfermedad.
Esta noción ha traído consecuencias como: la creencia de que estas disfunciones son la raíz de las enfermedades físicas y psicológicas, que los esfuerzos se dirijan hacia la b´suqueda de la “normalidad” y hacia la ausencia y reducción de los síntomas, un impacto negativo en el uso cotidiano de las etiquetas diagnósticas, el uso para el que es destinado el diagnóstico o la utilidad en la planificación de tratamientos.
Esta visión, aunque ya comenté que es muy popular, ha sido vista con escepticismo por muchos psicólogos clínicos expertos. Como alternativa a esta postura, algunos, como desde la Psicología Positiva, han planteado poner foco en las fortalezas y en las virtudes que permiten a las personas prosperar. No osbtante, se le critica a este modelo su insuficiencia para explicar las dificultades y el sufrimiento humano.
Por otro lado, existen modelos, como el Psicoanálisis y el Conductismo Contextual, que establecen más bien una “normalidad destructiva”. ¿Qué significa esto? Que las dificultades y el sufrimiento humano radican en procesos normales. Retomando el ejemplo del automóvil, para estos modelos el automóvil comienza a fallar no porque existen piezas defectuosas, sino porque las piezas que anteriormente funcionaban con normalidad son las que hacen que empiece a fallar. Esto implica que el dolor humano, en su diversidad de manifestaciones, no es enfermedad.
De esta forma, esta visión hace más énfasis en la aceptación no patologizante de las experiencias psicológicas en todo su amplio espectro, buscando alterar la relación, el impacto y la función que tienen estas en la vida de las personas.
(Nota: Entrada resubida y publicada por primera vez en la cuenta de Instagram el 19 al 21 de febrero del 2019).

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