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La cultura del sentirse bien

Es común encontrar en redes sociales textos o imágenes haciendo promoción del “pensar positivamente”, “elevar la autoestima”, “tener más confianza”. En medios públicos podemos ver que predominan los contenidos festivos que estimulan la creación de voces internas que están allí para alentar lo que hacemos, o lo que decimos, sin espacio a la duda, sin espacio al temor o a aquello que a su vez califican como “tóxico” o “negativo”.  ¿Qué es estar bien? ¿Qué es estar mal? ¿Qué es crecimiento? Son las respuestas que muchos de estos promotores generan en mí, y en otros, de forma automática.

Detrás de muchas de estas premisas existen historias de mucha frustración y desasosiego, puesto que este “espíritu” de plenitud ha pasado a ser un criterio de salud. ¿Qué quiero decir con esto? Que la búsqueda de esa “autoestima” o “valor”, del intentar pensar positivo, porque es “lo saludable”, se vuelve un medio que puede llegar a ser hostil y descontextualizado de dinámicas sociales complejas, como la exclusión, el racismo y el género, por ejemplo. De hecho, en algunos casos pueden ayudar a sostener dichas prácticas, usando discursos que atribuyen fenómenos complejos, como la pobreza, a la esencia de las personas que irremediablemente viven bajo estas dinámicas. De esta forma, pueden invitar a ver de forma anormal situaciones que son normales de acuerdo al contexto que se atraviesa, ¿Es anormal la angustia que tiene alguien que no puede comer? ¿Es anormal la desconfianza que se siente viviendo en un medio hostil?

Por otro lado, también llegan a proponer formas ideales y universales de cómo vivir, con el nombre de “éxito”. ¿Éxito como? ¿Éxito para quién? ¿Éxito en qué medida? ¿Qué forma de éxito? Parece que el éxito, según estos discursos, se limita a cubrir ideales como los socialmente aceptados, las ganancias económicas particulares, el emprendimiento o la independencia; sin tener en consideración, de nuevo, el contexto. Esto, cabe agregar, en el terreno de la salud mental puede traer implicaciones peligrosas, pues alimenta y provee de criterios con los cuales juzgarnos, compararnos, comparar lo que hacemos, lo que vivimos, lo que sentimos.

¿Qué piensas de esto? Te invito a comentar tus experiencias para enriquecer estos debates y cuestionamientos, tener más perspectivas ayuda mucho a enriquecer el planteamiento.

(Nota: Entrada resubida y publicada por primera vez en la cuenta de instagram el 21 de marzo del 2019).


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